martes, 10 de agosto de 2010

LEA UN FRAGMENTO




Hace cinco años conocí en un cóctel celebrado en la galeria Green Man de Londres con motivo de mi primera exposición a la señora de Pas. Profesora de universidad de cincuenta y tantos, vestía un vestido suelto de gabardina negra. Tenía el cabello rubio y lo llevaba energicamente recogido, poseía una hemosa naríz de Minerva y mirada franca. De manera casual aludió a las memorias secretas del capitán Burton. Confesé mi mas absoluta ignorancia y sin disimular en absoluto el pasmo añadí que siempre había admirado al personaje. En mi estudio pendia una copia del famoso retrato que le hiciera Lord Leighton: Los ojos fieros, la cicatriz en la mejilla producida por un lanzazo, el pecho como un tonel, los enormes mostachos que caían danzantes, negros, orgullosos...


La señora de Pas alzó las cejas, bebió un sorbo de su copa y sin mirar nada aunque giró la cabeza hacía la ventana, me contestó con sequedad que dichas memorias obraban en su poder y que no pensba darlas a la luz pública. Continuó, posando el dedo entre los finos labios.
" Vera, no todo se quemo en los fuegos de la viuda. Aquella terrible censora que trató de espurgar la obra del marido fallecido quemando página tras página más de cuarenta años de trabajo, falló..." " No puedo creerlo" " yo se lo demostraré- contestó sonriente, con malicia incluso- No sólo se salvó la nueva versión y los comentarios a EL JARDÍN PERFUMADO en la trabajaba Burton cuando murió, sino también parte de sus diarios intimos, tres traducciones de Rumi y un más que extraño tratado de esgrima, además de quince o veinte cartas.


Por encima de todo trató de dar a su vida un sentido trascendente. Habla de Cábala, de alquimia, de gnosticismo cristiano. Cuenta sus iniciaciones, como naga encantador de serpientes, como sij, como derviche y sufí.
Después de una primera lectura tuve la impresión de que su lectura suscitaría controversia. En materia de sexualidad no son reticentes ni mucho menos aunque ya a pocos escandalizarían. Además, aunque no dudo de su autenticidad, no quiero buscar pruebas al respecto. Son mi tesoro."
Yo iba a murmurar algo cuando la señora de Pas se disculpó y cruzó la galería a toda velocidad. No volví a verla hasta tres meses después en su departamneto de la universidad de Madrid. Insistí tanto que al final me dejó visitar su domicilio para ver aquellas obras.
Durante siete días me senté frente a una ventana que daba a los jardines de Sabatini dedicado a reproducir lo poco que se me permitió. Este tratado de esgrima es parte de ello. No pude reproducir las memorias que empezaban de la siguiente manera: " Todo el mundo tiene uno o dos secretos que gurdar. Yo tengo miles..."